William Adolphe Bouguereau

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sábado, 30 de noviembre de 2013

LOS NAZARÍES (1232-1492)

Tejido Nazarí
Nacida de la fragmentación del territorio andalusí al final del período almohade, en un contexto de reconquista cristiana, la dinastía nazarí fue fundada en 1232 por Muhammad ibn Yusuf ibn Nasr ibn al-Ahmar, un jefe militar originario de la región de Jaén. A partir de 1237, instala su capital en Granada, y organiza la defensa de un territorio modesto que abarcaba las ciudades de Málaga y Almería. Los primeros emires nazaríes se dedicaron a consolidar su posición frente a los castellanos, a los que a pesar de todo debían reconocer la soberanía y rendir tributo y contingente armado ocasional. No obstante, conseguían sacar provecho de la división entre castellanos y catalano-aragoneses y se aliaban de forma intermitente con los abdelwadidas de Tlemcen y sobre todo con los marinidas de Marruecos, que atacan en varias ocasiones las posiciones castellanas entre finales del siglo XIII y la primera mitad del siglo XIV. Los emires granadinos consiguieron en particular una importante victoria, la conocida como de la Vega de Granada, en 1319, con la ayuda de contingentes marroquíes y durante la cual murieron dos infantes de Castilla. Este período fasto estuvo también marcado por la reconquista de Algeciras y Gibraltar. El reino de Muhammad V (1354-1391), que vive un largo período de paz tras el debilitamiento del reino de Castilla y del de los sultanes mariníes, constituye el apogeo político y cultural de la dinastía.
El emirato nazarí cuenta con una importante población debido a la afluencia de musulmanes huidos de la Reconquista, y todas las tierras disponibles se explotan de manera intensiva. Aunque el déficit de trigo obliga a importarlo del norte de África, el reino de Granada exporta gran cantidad de frutos secos y azúcar, así como de sedas. Los genoveses, interlocutores comerciales privilegiados, destacan por su presencia en los puertos de Málaga y Almería.

Imagen de los gobernantes nazaríes, en la Alhambra de Granada

En el plano intelectual, científico y literario predomina un cierto conservatismo. Se impone una estricta ortodoxia malekita que combate las tendencias sufíes místicas desarrolladas en el siglo XIII en torno a Murcia. La figura intelectual dominante e indiscutible es Ibn al-Khatib, secretario y más tarde visir bajo el reinado de Muhammad V, antes de ser obligado a exiliarse en Marruecos y finalmente ejecutado en 1375. Su obra enciclopédica aborda tanto las ciencias religiosas, como la medicina, la filosofía, la poesía y la historia. Uno de sus alumnos, Ibn Zamrak (m. 1394), que le sucede en el visirato, es el autor de los últimos coletazos de la poesía andalusí. Sus composiciones, que adornan las paredes de la Alhambra, le han valido gloria y posteridad.
La residencia palaciega de la Alhambra, construida sobre un promontorio rocoso que dominaba la ciudad de Granada desde la fundación de la dinastía, se fue modificando y embelleciendo a lo largo de los siglos. Rodeada por unas impresionantes murallas dotadas de torres, se descompone en barrios militares, administrativos o en diferentes pabellones principescos cuyos volúmenes sencillos, aderezados con pórticos, se diseminan entre jardines y albercas con connotaciones claramente paradisíacas. Los fastuosos reinos de Yusuf I (1333-1354) y Muhammad V dejaron una huella imborrable en este lugar, con la construcción de los famosos patios de Comares y el Palacio de los Leones, así como las extraordinarias salas de cúpula llamadas de Dos Hermanas y de los Abencerrajes. Combinando con una magnífica virtuosidad los paneles de cerámica, los estucos esculpidos y las carpinterías, los interiores de la Alhambra elevan a una distinción extrema una gramática decorativa que se encuentra en el Magreb, desde finales del siglo XIII, en las grandes obras de los abdelwadidas en Tlemcen o de los mariníes en Fez y Marrakech. Un mismo parentesco magrebí se encuentra en la paginación y la ilustración de los manuscritos coránicos, que privilegian un formato más bien cuadrado, el uso prolongado del pergamino y de los frontispicios con una decoración geométrica característica.

Detalle del palacio nazarí, La Alhambra

Los motivos vegetales, caligráficos o geométricos de los estucos de la Alhambra se encuentran plasmados en colgaduras trabajadas de seda de deslumbrantes colores entre los que predomina el rojo y el amarillo. En una de ellas, conservada en el museo de Cleveland (EE.UU.), se despliega la máxima nazarí “Lâ ghâlib ilâ Allâh” (“El único vencedor es Dios”), presente en un gran número de objetos y ornamentos, y que a menudo adopta la forma de un blasón, sin duda por influencia cristiana. Estos textiles de gran lujo se importaban a las cortes principescas europeas –a veces en forma de tributos. Su fabricación continuó tras la caída del reino de Granada. Esta continuidad entre el período musulmán y la dominación cristiana se ilustra a través de la producción de cerámicas con una decoración de lustre metálico. Ésta parece tener su origen en el al-Andalus alrededor del siglo XII y florece en la época nazarí. Málaga se consolida entonces como un centro de producción extremadamente dinámico, cuyas piezas se exportan tanto a Europa como a Oriente, como lo certifican fragmentos hallados en el Cairo, en Alejandría, así como en Siria, Estambul o incluso en Beaucaire, en el sur de Francia. Entre sus realizaciones más espectaculares figuran los famosos jarrones monumentales denominados “de la Alhambra”, con asas en forma de alas, algunos de los cuales se encontraron en el propio palacio. La fabricación de cerámicas con decoración de lustre metálico se prolonga mucho más allá de la caída del emirato de Granada, con la producción denominada “hispano-morisca” procedente de los centros de Valencia, Paterna y Manises.

Decoración de zócalos nazaríes

Por último, el trabajo de orfebrería revela también la distinción de la corte nazarí: empuñaduras de espada, ornamentos de cinturón, elementos de collares... utilizan con virtuosidad el oro afiligranado, a menudo asociado al esmalte, un testimonio más de los intercambios con los reinos cristianos.
Mientras que las producciones artísticas parecen mantenerse a lo largo del siglo XV, la situación política se vuelve cada vez más preocupante y aumenta la inestabilidad política debido a las luchas internas en la familia nazarí, a las que se suman las intrigas del poderoso clan de los Banu Sarraj (Abencerrajes). El último siglo nazarí se debate entre sucesivas convulsiones, cortos períodos de paz y últimos sobresaltos, mientras que la presión cristiana, fortalecida por la alianza catellano-aragonesa establecida en 1479, va aumentando irremisiblemente hasta la rendición de Granada firmada por Boabdil el 2 de enero de 1492, que supuso el fin de toda la dominación musulmana en al-Andalus.
C. J.

Fuente:


viernes, 29 de noviembre de 2013

ROMANCE ANDALUSÍ

CANCIÓN POPULAR DEL SIGLO XV

Fatima y Mariam Al-Fihri - mujeres andalusíes

Tres moricas me enamoran
en Jaén:
Axa y Fátima y Marién.

Tres moricas tan garridas
iban a coger olivas,
y hallábanlas cogidas
en Jaén:
Axa y Fátima y Marién.

Y hallábanlas cogidas
y tornaban desmaídas
y las colores perdidas
en Jaén:
Axa y Fátima y Marién.

Tres moricas tan lozanas
iban a coger manzanas
y hallábanlas tomadas
en Jaén:
Axa y Fátima y Marién.

Díjeles: ¿Quién sois, señoras,
de mi vida robadoras?
Cristianas que éramos moras
en Jaén:
Axa y Fátima y Marién.

(Anónimo)

lunes, 25 de noviembre de 2013

INVENTOS MUSULMANES QUE DIERON FORMA AL MUNDO MODERNO


Cuando pensamos en los alimentos básicos de la vida moderna, la taza de café e Italia nos vienen a menudo a la mente.
Pero de hecho, Yemen es el verdadero origen de la fermentación de cerveza. Junto con la primera universidad, e incluso el cepillo de dientes, es uno de los sorprendentes inventos musulmanes que han dado forma al mundo en el que vivimos hoy.
Los orígenes de estas ideas y objetos fundamentales —que son base de todo, desde la bicicleta hasta la partitura musical— son el foco de "1001 Inventos", un libro que conmemora la historia "perdida" de 1.000 años de herencia Musulmana.
"Hay un vacío en nuestro conocimiento, nos saltamos desde el Renacimiento hasta los Griegos", dijo el profesor al-Hassani, Presidente de la Fundación para la Ciencia, la Tecnología y la Civilización, y editor del libro.
"1001 Inventos" es ahora una exhibición en el Museo de Ciencias de Londres. Hassani espera que la exhibición dé una luz sobre la contribución de culturas no occidentales —como el imperio Musulmán que una vez cubrió España y Portugal, el sur de Italia, y se extendió hasta partes de China— a la civilización actual.
Hassani nos comparte su listado de las 10 invenciones Musulmanas más prominentes.
1. La Cirugía



Alrededor del año 1.000, el médico célebre Al Zahrawi publicó una enciclopedia ilustrada de cirugía de 1.500 páginas, que permaneció en uso en Europa como referencia médica por los siguientes 500 años. Entre sus muchos inventos, Zahrawi descubrió el uso de suturas absorbibles de tripa de gato para coser heridas -anteriormente se tenía que hacer una segunda cirugía para remover las suturas. También se tienen registros de que él realizó la primera cesárea e inventó los primeros fórceps.

2. El Café




La actual bebida favorita de occidente, el café, fue preparado por primera vez en Yemen alrededor del siglo IX. En sus primeros tiempos, ayudó a los sufis a mantenerse despiertos en sus largas noches de devoción. Llevado posteriormente al Cairo por un grupo de estudiantes, el efecto energizante del café atrapó pronto a todo el imperio. Hacia el siglo XIII alcanzó Turquía, pero no fue hasta el siglo XVI que comenzó a hacer de las suyas en Europa, tras ser llevado a Italia por un comerciante veneciano.

3. La Máquina Voladora



"Abbas ibn Firnas fue la primera persona que hizo un intento real de construir una máquina y volar", dice Hassani. En el siglo IX diseñó un aparato con alas, más bien parecido a un disfraz de pájaro. En su más famoso intento cerca de Córdoba, en España, Firnas se elevó unos instantes, antes de caer al suelo y romperse parcialmente la espalda. Sus diseños sin duda habrán sido una inspiración para el famoso artista e inventor italiano Leonardo da Vinci, quien vivió siglos después, dijo Hassani.


4. La Universidad


En 859, una joven princesa llamada Fátima al-Firhi fundó la primera universidad que otorgaba títulos en Fez, Marruecos. Su hermana Miriam fundó una mezquita adyacente y el complejo de ambos edificios se convirtió en la Universidad y Mezquita al-Qarawiyyin. Aún en operación casi 1.200 años después, Hassani dice que aspira a que el centro le recuerde a la gente que la educación y aprendizaje son parte fundamental de la tradición Islámica, y espera que la historia de las hermanas al-Firhi inspire a las Musulmanas jóvenes de hoy.


5. El Álgebra


La palabra álgebra proviene del título de un famoso tratado matemático persa del siglo IX, "Kitab al-Jabr Wa l-Mugabala", que traduce algo así como "El Libro del Razonamiento y el Equilibrio". Construido con base en los sistemas griego e indio, el nuevo orden algebraico fue un sistema unificado para los números racionales, números irracionales y magnitudes geométricas. El mismo matemático, Al-Khwarizmi, fue el primero en introducir el concepto de elevar un número a una potencia.


6. La Óptica




"Muchos de los avances más importantes en el estudio de la óptica provienen del mundo Musulmán", dice Hassani. Alrededor del año 1000 Ibn al-Haitham demostró que los seres humanos ven los objetos por la luz que ellos reflejan y que entra en el ojo, descartando las teorías de Euclides y Tolomeo que afirmaban que la luz era emitida por el ojo mismo. Este gran físico Musulmán también descubrió el fenómeno de la cámara oscura, que explica cómo el ojo ve las imágenes al derecho, gracias a la conexión entre el nervio óptico y el cerebro.


7. La Música


Los músicos musulmanes han tenido un impacto profundo en Europa, que se remonta a cuando Carlomagno quiso competir con la música de Bagdad y de Córdoba, de acuerdo a Hassani. Entre los muchos instrumentos musicales que llegaron a Europa a través de Oriente Medio, están el laúd y la rahab, que es un antecesor del violín. Se dice también que las partituras musicales modernas derivaron del alfabeto árabe.


8. El Cepillo de Dientes

Según Hassani, el Profeta Mujámmad popularizó el uso del primer cepillo de dientes alrededor del año 600. Con una ramita de Meswak(del árbol de Arak, Salvadora pérsica), él limpiaba sus dientes y refrescaba su aliento. Sustancias similares al Meswak son utilizadas en los dentífricos modernos.


9. El Cigüeñal

Muchos de los fundamentos de la robótica moderna fueron utilizados primero en el mundo Musulmán, incluyendo el sistema revolucionario de biela-manivela. Al transformar el movimiento lineal en movimiento circular, el cigüeñal permite levantar objetos pesados con relativa facilidad. Esta tecnología, descubierta por Al-Jazari en el siglo XII, se regó como pólvora por todo el mundo, liderándolo todo, desde la bicicleta al motor de combustión interna.


10. Los Hospitales


"Los hospitales como los conocemos ahora, con salas y centros de enseñanza, provienen de Egipto en el siglo IX", explica Hassani. El primero de aquellos centros médicos fue el Hospital Ahmad ibn Tulun , fundado en 872 en El Cairo. El hospital Tulun proporcionaba asistencia médica gratuita para todo el que lo necesitara —una política basada en la tradición Musulmana de cuidar de todo aquel que se encuentre enfermo. Desde El Cairo, estos hospitales se expandieron por todo el mundo Musulmán.
Por: Olivia Sterns

Para mayor información sobre las invenciones Musulmanas, véase http://www.muslimheritage.com.

Fuente:

lunes, 11 de noviembre de 2013

BERENJENAS RELLENAS - COCINA ANDALUSÍ



Detrás de una mata oscura
hay una grande figura
con uñas de gavilanes
y ombligo de criatura.

Adivinanza Popular 

De Granada


Su origen puede remontarse a la cocina Andalusí, ya que fueron los árabes procedentes de Siria los que trajeron la berenjena a Andalucía y de ahí al resto de España.

Me encanta cocinar dicho fruto, es uno de mis favoritos y desde que aprendí a cocinar la receta de "Berenjenas a la Siciliana" nunca ha dejado de entrar en mis menús este fruto tan Andaluz. 

Ya digo en las observaciones las posibilidades inacabables que nos ofrece el sabor esponjoso, semi amargo diría e incluso picante y atrevido. 

Un fruto exótico que ha sobrevivido cientos de años junto a nosotros. Sin embargo da la sensación de haberlo hecho a puntillas, como si le costase encontrar su hueco en nuestra cultura gastronómica.

Traigo unos versos del poeta Baltasar de Alcazar (Sevilla 1530 - Ronda 1606)


Esta Inés, amantes, es

quien tuvo en mí tal poder,

que me hizo aborrecer
todo lo que no era Inés.
Trájome un año sin seso,
hasta que en una ocasión
me dio a merendar jamón
y berenjenas con queso.


Buenas Noches. 
(La sierra debe de estar preciosa...)


INGREDIENTES

Un Kilo de Berenjenas
Una Cebolla
Un diente de Ajo
Un Pimiento Rojo
Dos Huevos Cocidos
Tres Pechugas de Pollo
Pan Rallado
Hierbabuena
Jamón Serrano
Pimienta Negra 
Sal
Aceite de Oliva Virgen Extra
Queso Rallado

Para la Salsa:

Tres dientes de ajo
Dos rebanadas de Pan de Pueblo
Pimentón Dulce
Cominos Molidos
Aceite de Oliva Virgen Extra


ELABORACIÓN

Cocer las Berenjenas:

Recomiendo dos maneras principalmente;


O cocerlas en agua con sal y luego con cuidado sacarles la carne sin partir la piel o bien cocerlas en el horno a 180º.


Horneado; Se parten por la mitad y se les efectúa unos cortes sobre la carne, se impregna de aceite de oliva y se colocan boca abajo sobre la placa de hornear.
Conforme se van asando se les empuja con el dedo en la parte superior de la piel con cuidado de no quemarnos y cuando cede completamente es que están asadas al completo.


Luego con una cuchara sacamos la carne con cuidado de no dañar la piel


Fondo de las Berenjenas


Ahora se hace un sofrito todo muy picadito; ajo, cebolla y pimiento rojo. Cuando este en su punto le agregamos el pollo cortadito a julianas y continuamos rehogando hasta que esté todo cocido.
Añadimos la carne de las berenjenas, removemos todo y cuando consideremos que este en su punto le añadimos el huevo cocido también picado, el pan rallado y la hierbabuena.


Cuando esté todo ligado de nuevo, se van rellenando las berenjenas con la farsa (Cuidado de no quemarnos).


Se espolvorea con queso rallado y jamón cortado a juliana y se les da un golpe de horno para que se calienten y se funda el queso.


Se espolvorea con orégano picado.


Se emplata sobre la salsa.


La Salsa


Se sofríen los dientes de ajo enteros, luego se sacan del aceite, siempre a fuego suave; se le añade las rebanadas de pan al aceite, ya sabéis vuelta y vuelta; se colocan en recipiente hondo junto a los ajos.


Apago el fuego y añado el pimentón, sin dejar que se queme vierto encima del pan y los ajos. Añado el comino molido; quedan dos posibilidades o majarlo con maza y mortero o hacerlo con el brazo triturador.
Debe de quedar espesa la salsa; punto de sal y de pimienta.



OBSERVACIONES


Múltiples posibilidades; desde las sicilianas que son con carne picada de ternera y cerdo hasta las de mariscos o frutos secos. Es desde luego un mundo infinito esto de rellenar berenjenas.

Su cultivo es antiquísimo, desde más del 2000 a. C. y existen innumerables documentos escritos donde sitúan su origen en el sudeste asiático. 

Los datos más antiguos que se conocen la establecen en el estado de Assam (al noreste de la India), Birmania y en China. Llevada por comerciantes árabes pasó al norte de África y más tarde, en la Edad Media, entró a Europa por la España musulmana, desde donde se extendió su cultivo por los países cálidos del Mediterráneo.

La primera documentación sobre la berenjena en lengua castellana se encuentra en el libro llamado Cancionero de Baena (del siglo XV) donde cita sus usos y virtudes. Fue introducida en América por los españoles.

Le va muy bien la bechamel, el orégano, el tomate, los piñones...





LA HUELLA MORISCA: EL AL ANDALUS QUE LLEVAMOS DENTRO

La Editorial Almuzara revalida una vez más su ambiciosa y perseverante apuesta por la recuperación de la memoria histórica en España y en Andalucía con este libro de Antonio Manuel.



Cuando hace más de veinte años leíamos por primera vez y de manera casi ilegal al Olagüe de La revolución islámica en occidente, comenzamos a darnos cuenta de hasta qué punto la historia que nos contaron en la escuela no era sino una versión entre otras y, casi con toda probabilidad, la menos verdadera, la menos fiel a los sucesos que han ido conformando el ser de los españoles y de los andaluces de hoy, de quienes por esa razón aún enfrentan un profundo vacío identitario, una necesidad inconsciente de conocer la historia reprimida, sustraída y reinterpretada unilateralmente durante más de cinco siglos.

Con Américo Castro y con Olagüe pudimos darnos cuenta de que existen otras maneras de tratar y conocer nuestro pasado, reconociéndonos en él de una manera menos hiriente, menos patológica, sobre todo si prestamos atención a las señales invisibles, en este caso, a las huellas más o menos ocultas del paso de pueblos y culturas por esta tierra, de una sociedad multicultural que estuvo viva hasta mucho tiempo después del final ‘oficial’ de una inexistente reconquista. Porque, al mismo tiempo que los seres humanos narramos mediante una crónica nuestra experiencia terrenal, la tierra nos devuelve nuestra propia imagen en forma de huella, de surco, de grafismo, de una escritura que, leída con sinceridad, detenimiento y atención, nos ayuda a descifrar esa continua sucesión de eventos humanos en forma comprensible, rememorable y social.

“Andalucía es la región española con mayor influencia de la huella morisca”


El Autor, Antonio Manuel Rodriguez Ramos

Y ese ha sido precisamente el itinerario seguido por Antonio Manuel en su ensayo La huella morisca, un recorrido tras los ecos del acontecer andalusí, de los diferentes momentos y hechos que relacionaron a unos pueblos y a unas culturas entre sí, siempre frente/junto a un poder homogeneizante y único, de manera neurótica y reactiva, resiliente, resistente a una deformación inevitable. Lo sefardí, lo gitano, lo monfí, lo flamenco, lo jondo, lo morisco, la cultura de los jornaleros andaluces, aparecen en este magnífico y apasionado ensayo articulados en torno a un largo y profundo proceso de aculturación, de pérdida de la identidad cultural, de la memoria histórica y, por tanto, alienados de toda posibilidad de expresión política, de toda vida social inclusiva más allá de la intimidad de la propia familia o del propio pueblo.

Este valiente y emotivo ensayo puede ayudarnos a comprendernos un poco mejor a nosotros mismos, sobre todo porque está escrito desde una clara atalaya de independencia y compromiso ético e intelectual, expresada reiteradamente por el autor en su afán por dibujar de manera cabal y equilibrada a las distintas culturas que conformaron no sólo el Al Ándalus ‘histórico’ sino sobre todo el Al Ándalus imaginal, mediante un rastreo sistemático de las huellas ocultas en los distintos lenguajes seculares, en el arte, en la poesía y en el folclore, en esa diversidad de tradiciones que aún confluyen en el alma andaluza contemporánea.




La huella morisca es la historia de un exilio que invertebra los siglos y los pueblos y llega vivo hasta nosotros tras su último y más reciente episodio durante la Guerra Civil y los años que la siguieron. Historia de una exclusión y de una sustracción de la memoria, de un persistente dominio sobre las conciencias y sobre las almas de los andalusíes, una narración que llega hasta la Andalucía y los andaluces de nuestro tiempo, con plena solución de continuidad. Un proceso cuya larga duración sólo encuentra sentido en la resiliencia cultural, en la capacidad que tienen las comunidades de regresar una y otra vez a su estado original, a una manera de ser, de sentir y de vivir que les ha sido sustraída gradual y sistemáticamente durante más de quinientos años.

Escrito con un lenguaje ágil y ameno, La huella morisca es, básicamente, un ensayo de antropología social y cultural que nos sitúa en una problemática atemporal que atañe íntimamente a la identidad española y, sobre todo, a la andaluza, dejándonos felizmente en la orilla del reconocimiento, apuntando a un tiempo en el que ya es posible mirarnos y vernos a nosotros mismos sin demasiados velos deformantes, con una mirada más inclusiva e integradora, alejada de aquellos exclusivismos que produjeron una sociedad reprimida y silenciada hasta la enfermedad.


Fuente:


miércoles, 6 de noviembre de 2013

EL CALIFATO DE CORDOBA



Por Elisa Simon

Contarles acerca del Califato Omeya en al-Andalus, sería una tarea casi interminable. Pero como pueden comprobar, en varios de mis artículos les cuento acerca de personajes y anécdotas pertenecientes a dicha época. Por lo que en esta ocasión intentaré resumir un período que se inicia con la subida al trono de ab dar-Rahman III en el año 929. Hasta entonces al-Andalus había sido un emirato independiente. El período del califato abarca hasta 1031, cuando éste fue abolido y dio comienzo una guerra civil o fitna, la cual desembocó en los reinos de taifas del silgo XI.  

Abd ar-Rahman III, “Aunque recio y un poco rechoncho, el tercero de los abd al-Rahman tiene buen aspecto. Sus facciones son regulares, sus vivos ojos, de color azul oscuro; sus cabellos, de un rubio tirando a rojizo, y se los tiñe de negro para disimular, sus piernas eran cortas. Hijo de omeya y madre vascona. En cuanto a su forma de ser: es cortés, benévolo, generoso y perspicaz. Sus dos cualidades son la inteligencia y la tenacidad, además de ambicioso y una amplitud de miras que llama la atención. Poco devoto y de piedad más bien espectacular, no tendrá el menor fanatismo. De todos los príncipes de su dinastía será el más tolerante.”

Abd al-Rahman III negoció, pactó, ofreció privilegios, prebendas y cargos políticos y militares, pero también si era necesario recurrió a la astucia, el engaño, a la amenaza e incluso a la muerte para recuperar los territorios independientes y pacificar al-Andalus.
 Había recibido una selecta educación y recibió el cariño y afecto de su abuelo, el emir Abd ´Allah, de la dinastía Omeya. Éste le había confiado algunos asuntos de responsabilidad con la idea de ir introduciendo a su nieto en la corte emiral. La situación de al-Andalus era al menos preocupante; por un lado las presiones de los reinos cristianos del norte, mientras que por el sur los Fatimíes comenzaban a dar muestras de poder. Pero lo que más preocupaba al emir Abd ´Allah eran las luchas internas. Los estallidos rebeldes se sucedían. La sociedad andalusí antes del califato, seguía su proceso de islamización. Los cristianos que abrazaron el Islam se los denominaba muladíes, los que mantuvieron su religión cristiana se los denominaba mozárabes, mientras que la comunidad judía seguía siendo los sefardíes.

Pero dentro del entramado musulmán, había andalusíes de origen árabe y beréberes, los cuales no siempre se llevaron bien. Dentro de los árabes a su vez, existía desde los principios de los tiempos, dos clanes o tribus rivales, por un lado los quaysíes y yemeníes.

La familia o clan de los emires andalusíes Omeya, pertenecían a los quasíes, minoritarios en al-Andalus y los yemeníes formaban el grueso del ejército andalusí. Esta rivalidad fue aprovechada tanto por beréberes como muladíes para hacerse un lugar dentro de la comunidad musulmana de al-Andalus.

El período de formación del califato se caracterizó por continuos levantamientos de caudillos locales, tanto árabes, beréberes o muladíes frente al débil emirato. No debemos olvidar a los mozárabes, que hacían demostraciones de fuerza en varios puntos de al-Andalus.

En resumen, este fue el panorama que se encontró abd al-Rahman III cuando subió al poder, con solo 21 años. El joven soberano sabía lo que debía hacer: la pacificación y unificación de al-Andalus.

Una vez asumido el poder formula su programa de actuaciones:
-       restaurar en al-Andalus la autoridad y el prestigio de la casa omeya
-       reconquistar los territorios disidentes
-       acabar con los principados enfeudados a Córdoba y casi independientes
-       ahogar de modo definitivo la rebelión andalusí, comenzando por los pequeños insurrectos agrupados en torno a Ibn Hafsún y que reciben consignas y subsidios de Bobastro.
-       defensa de al-Andalus frente a los Fatimíes




UN ENEMIGO EN CASA     

Uno de sus mayores oponentes fue Umar ibn Hafsun, quien procedía de familia noble visigoda convertida al Islam. Nació y se crió en la serranía de Ronda, donde vivían mayoritariamente muladíes y beréberes. Esa zona era un foco de insurrección, ya que los muladíes se consideraban musulmanes de segunda, no se sentían respetados ni aceptados por sus correligionarios. Ninguno ocupaba puestos de responsabilidad, ninguno participó en la cuestiones de política de gobierno. Por lo que poco a poco fueron surgiendo cabecillas y jefes muladíes en las distintas zonas de al-Andalus que tenían mucho respaldo entre su población. Se enfrentaban cada vez más abiertamente al poder central del Emirato, aprovechando su debilidad y falta de formación. Este problema social llegó a tal punto que los gobernadores no podían hacer frente a tantos puntos de insurrección. Entre ellos estaba Ben Hafsún, que quería crear un estado independiente. Cuando de abd al-Rahman III asume el poder,  el territorio de Ibn Hafún ocupaba desde Algeciras hasta las proximidades de Córdoba. .

“Desde hace demasiado tiempo habéis tenido que soportar el yugo de este sultán que os toma vuestros bienes y os impone cargas aplastantes, mientras los árabes os oprimen con sus humillaciones. No aspiro sino a que os hagan justicia y a sacaros de la esclavitud”.

Ibn Hafsún pasó a la historia, porque fue el dolor de cabeza de todos los emires andalusíes hasta la llegada de abd al-Rahman III. Estos grupos rebeldes y sobre todo Ibn Hafsún recibieron apoyo logístico y de todo tipo de los Fatimies del norte de Africa. No era más que una táctica de desgaste de los Fatimíes para acabar con su rival los Omeya de al-Andalus.  Sin embargo, Abd al-Rahman III se ocupó personalmente de acabar con el tráfico de navíos en el estrecho, quemando todos los barcos de los rebeldes. Además reforzó la vigilancia marina, aumentó y mejoró la flota andalusí. Ordenó construir fortalezas, atalayas, torres vigía a lo largo de la costa mediterránea.
Pocos meses después de su nombramiento Abd al-Rahman III inició su primera batalla, la de Monteleón. Muchos años de luchas, batallas, sangre y muertes se sucedieron hasta que ab dar-Rahman III alcanzó su meta hacia el año 928. Sometió a los hijos de Ibn Hafsún y a todos los muladíes, a muchos de los cuales le ofreció puestos dentro de la administración omeya. Sometió a la familia Hayyay de Sevilla, donde gobernaban casi de forma independiente. El Emir fue ganando respeto y prestigio. Plaza a plaza, castillo a castillo, ciudad a ciudad, aldea a aldea fueron sucumbiendo al poder de abd ar-Rahman III.




EL ENEMIGO DEL SUR – LOS FATIMÍES

Al principio del siglo X Abdullah al-Mahdi Billah fundó la dinastía Fatimí (909- 1171) en Túnez y pronto se expandió a lo largo del mediterráneo africano hasta Siria y Sicilia.
Al-Mahdi se proclamó califa, es decir, el único gobernante legal de toda la comunidad islámica. Los Fatimíes pertenecían a la corriente ismailí dentro de la rama del Islam shií. La consolidación de la dinastía Omeya sunní de al-Andalus chocaba con la africana.
Ambos imperios pretendían dominar el Magreb y esta rivalidad dio lugar a una serie de guerras. 
El objetivo inmediato de ambas potencias era dominar o controlar la navegación por el Estrecho y por el Mediterráneo occidental.
En el Magreb cohabitaban los idrisíes, los rustumíes y los aglabíes, que abarcaban los territorios del actual Marruecos, Túnez y Argelia.
Hubo rebeliones, luchas, insurrecciones, guerras, intrigas, traiciones y muerte todo ello conformaba el difícil rompecabezas de las relaciones entre fatimíes y andalusíes, quienes utilizaron a estos pueblos como moneda de cambio. Éstos a su vez se aprovechaban de ambos imperios con fines políticos, cambiando de bando según les convenía en cada momento.
Para hacer frente a los Fatimíes, el Emir ab dar-Rahman III mandó construir las atarazanas de Algeciras y las de Pechina. La flota omeya vigilaba las costas andalusíes, al mismo tiempo que miembros de la corte cordobesa estaban presentes en el norte de África para contrarrestar la propaganda religiosa fatimí. Las plazas más disputadas fueron Ceuta, Tánger y Arcila, que permanecieron bajo bandera omeya. Después de un incidente muy grave en Almería  Abd al-Rahman III mandó construir sólidas murallas y un fuerte en Ceuta,  las murallas de Melilla y las de Tánger. El emir se aseguró también la alianza con las principales tribus bereberes. Los Fatimíes fueron perdiendo poder y como consecuencia de ello, se retiraron hacia el este y se establecieron en Egipto, donde fundaron su capital, El Cairo – al-Qahira “La Victoriosa”.
Es importante mencionar que los omeyas, hasta 929 se habían abstenido de usar el título de califas, obedeciendo quizás a un sentimiento religioso. Por aquellas fechas, la institución califal de Bagdad se encontraba en declive, mientras que los Fatimíes empezaban a dar la deseada respetabilidad a su institución debido a su creciente poder y prestigio. Quizás con el fin de contrarrestar la ambición fatimí de gobernar el mundo islámico, y después de la sonada victoria sobre los Banu Hafsún,  abd al-Rahman III decidió adoptar el título de califa por el bien de la ortodoxia.
929 Abd al-Rahman ordenó a sus gobernadores que el título de “príncipe de los creyentes” fuese empleado en todos los escritos dirigidos a él.

“Tenemos, por lo tanto, más derecho que aquéllos que su derecho han recibido, y somos más merecedores que los que ya recibieron toda su parte…. Por lo tanto, nos parece oportuno que, en adelante, seamos llamado Príncipe de los Creyentes y que todos los escritos que emanen de nos o a nos se dirijan empleen el mismo título. Pues cualquier persona que, fuera de nos, reivindique el título, lo hace indebida y falsamente y sin tener derecho a ello. Estamos convencidos de que, seguir por más tiempo sin usar un título que se nos debe, equivaldría a perder un derecho adquirido y a una renuncia pura y simple. Por consiguiente, ordena al predicador de tu localidad, que lo emplee desde ahora en las oraciones y utilízalo tú mismo en los escritos que nos dirijas.”






EL ENEMIGO DEL NORTE – LOS REINOS CRISTIANOS

Mientras el califa estaba ocupado sofocando rebeliones internas y amenazando a los Fatimiés, no podía dejar de ocuparse de los reinos del norte de la Península, ya que los reinos de León y Navarra estaban haciendo incursiones en tierras andalusíes y encima con éxito, tomando plazas y ciudades.
A lo largo de unos 20 años, entre el 932 y 951, se produjeron una etapa de luchas, campañas y aceifas contra el rey leonés Ramiro II. Unas batallas fueron victorias y otras derrotas, como la de Simancas en 939. Se firmaron varias treguas entre cristianos y musulmanes, pero pocas veces se cumplían. Los intercambios de embajadas y emisarios fueron frecuentes para buscar un acuerdo que nadie encontraba. En un momento dado, comienza un conflicto entre León y Castilla, que terminó en guerra, lo cual fue aprovechado por el emir Abd al-Rahman III para conquistar castillos y plazas de las zonas fronterizas. Conquistó Medinaceli, que la convirtió en capital de la marca media al frente del general Galib.
En el 951 muere Ramiro II y asume la corona su hijo Ordoño III (951-955) quien se disputa el trono con su otro hermano Sancho I El Craso (956 – 965). Sancho I es destronado por los leoneses, por su inutilidad en el campo de batalla y su deforme obesidad. Subió al trono Ordoño IV mientras Sancho I fue expulsado de León. Buscó refugio en su abuela la reina Toda de Pamplona, que lo llevó hasta Córdoba para que se sometiera a una dieta y así poder recobrar el trono. Hasday ibn Saprut médico y miembro de la corte fue el encargado de someterlo a dura dieta, tal como les conté en otro artículo de este blog.  
El poderío militar omeya tanto por tierra como por mar provocó que los reinos cristianos se abstuvieran de atacar al-Andalus e incluso éstos reconocieron a abd al-Rahman III como califa y Señor de al-Andalus.
Desde entonces al-Andalus quedó pacificada por completo. En todas partes renacía la calma y con ella la prosperidad. Los impuestos ingresaban con más facilidad que nunca y el tesoro del Estado recobró holgura. Veinte años de tenaces esfuerzos habían dado estos resultados, que no fueron más que el preludio de un período de actividad política largo y fecundo. 

 Relata ibn al Jatib: “mientras al-Andalus ardía con un fuego avivado por crecientes discordias e hipocresías y las provincias se hallaban en un estado de conmoción. Gracias a su buena estrella e indomable espíritu, Dios lo pacificó. Corrientemente se le compara con abd al-Rahman I. Pacificó a los rebeldes, edificó palacios, dio ímpetu a la agricultura, inmortalizó antiguas hazañas y monumentos, infligió grandes daños a los infieles, hasta el punto que no quedó en al-Andalus ni un solo enemigo o contendiente. La gente le obedecieron en masa y desearon vivir con él en paz.”

A lo largo de su reinado de casi 50 años, sólo disfrutó de 14 días de ocio, dice Ibn al-Jatib.
El califa fue el gran anfitrión de las embajadas que se quedaban maravilladas con la ciudad de Córdoba, bizantinos, alemanes, nórdicos, navarros, leoneses, todos respetaron la figura de ab dar-Rahman III que llevó a al-Andalus a su máximo esplendor en todos los niveles. Embelleció la ciudad, que se llenó de bibliotecas. Agrandó su mezquita, mandó construir una ciudad palatina para su esposa favorita, la corte estaba compuesta por sabios en todos los campos del saber. Llevó a cabo reformas en el ejército y mejoró la armada. La agricultura, el comercio y la industria florecieron, contribuyendo al crecimiento de los ingresos del estado y aún más significativo, introdujo un programa de integración social según el cual los hasta entonces insatisfechos muladíes y beréberes pudieron participar en el gobierno y disfrutar de una parte de la riqueza y la vida del país.


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